Pepito y el arte de ser tan moderno como lo clásico que perdura

Crónica de la visita a uno de los emblemas de Buenos Aires. 8 hojas de una carta llena de emociones y sabores, para que elegir sea difícil y volver una obligación.

Por Pablo Mercau.

A metros de la porteña Avenida Corrientes, esa que nunca duerme, está Pepito, un clásico bodegón al que se lo conoce de ese modo desde que la palabra no estaba de moda.

Comida como en casa, pero con los estándares de un restaurante. Sabores tradicionales y sin desbordes creativos, porque en definitiva se trata de sentarse para que la experiencia sea la que sale del plato. Ni más ni menos.

En Pepito, una pasta es una pasta y de la parrilla al carbón salen carnes, como tiene que ser. Son parte de una carta no muy extensa, pero variada. Con un seleccionado de milanesas, una de los capítulos estrella de la carta. Si se incluye en ese listado a la Suprema Maryland como parte de las milanesas, son 11 propuestas. Una Scaloneta de las milanesas, con la que nos animamos a jugar cualquier Mundial.

De ese rubro salió el plato elegido por Camino Gastronómico, después de las nobles berenjenas en escabeche de la recepción. Fue la milanesa Porteña, que viene con salsa filetto, mozzarella, huevo frito, crocante de panceta y aceitunas negras. Con guarnición de papas fritas, la Porteña sale (al igual que el resto de las otras 10 propuestas), en tres tamaños, el S, el M y el L.

La milanesa Porteña de Pepito.

Las denominaciones acaso sean una concesión moderna al modo de presentar el plato y su posibilidad de compartirlo.

Con la Small, vamos de a uno.

Con la Medium se arranca de a dos.

Y con la Large, tres o cuatro pueden meter cubierto y con alguna entrada, salir hechos de Pepito.

El plato merece algunas consideraciones, porque una milanesa con papas fritas no es un plato simple y la tentación de convertirlo en algo especial, pecado del chef doméstico, puede resultar un fiasco.

Lo primero es la base, desde donde se comienza a construir un plato. La milanesa no debe ser ni tan ancha que se la confunda con un churrasquito, ni tan fina que parezca el comienzo de un expediente (cerca de Pepito están gran parte de los Tribunales de la Ciudad de Buenos Aires).

La de Pepito tiene el grosor justo, como para que un cuchillo elegante que brilla sobre el mantel blanco, la corte sin problemas. Nada de exageraciones ni reversiones. En un lugar que en 2025 va a cumplir 75 años una milanesa no tiene que venir con manual de instrucciones.

Sobre la carne y su buen empanado se desliza, sutil pero con presencia, la salsa fileto a la que baña, protectora y extendida, la mozzarela. El huevo frito tiene el punto perfecto, con una yema que se vuelca como lava sobre el conjunto, pero dando el tiempo a que el pan la ataje antes que llegue al plato, desde su tobogán-milanesa.

Un gran detalle es la panceta, con la obvia celebración de no leer ni bacon ni tocino en la carta. La presentan como crocante de panceta y el nombre está perfecto. Con un detalle que hace al asunto: se puede (acaso se deba), meter mano en ella. Al igual que con las papas fritas, que perfectamente se las puede despegar de la tarea de ser transportadas a la boca en un tenedor.

La experiencia sensorial y cierta tradición, acto reflejo que se conserva desde la infancia, hace que al menos algunas papas sean comidas con la mano. Con el crocante de panceta pasa lo mismo.

Como postre, un clásico como el flan casero con dulce de leche. Acá la disyuntiva siempre si se acompaña con dulce o con crema además, por supuesto, de la opción mixta. Es el único punto donde cabe una duda con respecto a lo comido: ¿el flan va con dulce de leche repostero?

Flan casero, con dulce de leche ¿repostero?

A uno le parece que no y las consultas dieron mayoritariamente que es con dulce de leche tradicional. De todos modos, al margen de una cuestión de gustos, aparece una situación técnica que queda en un segundo plano. En el caso del repostero hay una diferencia muy grande de consistencia con el flan, que impide en un mismo movimiento hacer una carga pareja de ambos componentes del postre en la cuchara.

Nada más que eso.

No alcanza ni para queja, sobre todo si se considera que afuera está muy gris y que la lluvia apenas dio una tregua de un ratito, en este mediodía de lunes.


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La carta de Pepito

Con una nueva gestión, luego de cambio de dueños hace un tiempo, en Pepito recuperaron para la carta el matambrito, muy pedido por los clientes. Es un salón que tuvo algunas modificaciones, que hicieron perder parte de la imagen original, que tiene una capacidad de unos 80 comensales y donde no se cobra cubierto.

La familia Luque es quien está a cargo del restaurante y al mediodía Laura es la responsable. En el servicio nos dio la bienvenida Agustín, de apenas 21 años y que muestra de algún modo esa transición con sus compañeros, que cuando él estaba naciendo ya llevaban muchos años batallando entre las mesas de Pepito.

Mesas que tuvieron visitas ilustres, desde la política hasta la cultura, en un salón decorado también con fotos de ese recorrido de los tiempos. Si la Avenida Corrientes está a pasos nada más, por qué no habría de sentarse en esas sillas parte de la historia de la Ciudad y del país.


Las entradas son muy interesantes y se destaca la lengua a la vinagreta, que no tiene presencia más que en los bodegones, pero que es un plato de una simpleza y contundencia, que además no dispone de temporalidades y se puede consumir todo el año.

Tiene un apartado de clásicos, que son 7 como los Pecados Capitales, pero que en este caso podrían perfectamente ser los 7 Imperdibles de Pepito:

-Costillas de Cerdo (2) a la Riojana con Papas Españolas

-Lomitos de Pollo al Champignon con Tagliatelles Gratinados

-Tapa de Bife a la Criolla con Huevo y Papas Españolas

-Ternera al Malbec con Puré de Papas

-Escalopes de Lomo al Marsala con Puré

-Matambrito de Cerdo al Verdeo con Papas Noisette

-Ojo de Bife Mix de Pimientas (de 250gr) con Papas Rústicas

Los pescados tienen, además de lo habitual (merluza, brótola), propuestas de pesca del día y de pescado de río como el pacú, no muy habitual en las propuestas porteñas.

Luego vienen los acompañamientos y las ensaladas, donde hace su presentación la “Ensalada 1950” (año de creación de Pepito), con pollo grillado, espinacas frescas, palta, tomates asados, huevo duro y panceta crocante.

La parrilla al carbón tiene todo lo necesario y de ese rincón, a la vista del salón, salen dos de los destacados del menú: el Malevo, con su bife de chorizo de 600gr, con morrones y cebollas asadas, mini provoleta más arroz y papas fritas a caballo.

En esa línea va también el Ojo de Bife Pepito: ojo de bife 500gr con mozzarella, jamón grillado, tomates confitados al pesto y papas bastón con salsa brava.

Las pastas son caseras y también muestran esa balanza que no deja afuera ninguno de esos platos que son parte de la memoria emotiva. Ñoquis caseros de papas; fusíli al fierrito; canelones de carne y verdura a la Rossini; lasagna mixta con salsa fileto y parmesano gratinado; agnolotis de ricota, espinaca y nuez; sorrentinos de jamón y queso; ravioles de carne y verdura, todo acompañado con las típicas salsas a elección.

La carta de los postres.

Rutini, Ojo de Agua, Zuccardi, Finca Magnolia, Estancia Mendoza, Escorihuela Gascón, San Felipe, Falasco Wines, Catena Zapata, Nina Wines, San Huberto, Los Haroldos, Piatelli y Santa Julia, son las 14 bodegas que tienen vinos que forman parte de la carta, a lo que se le suman algunas cervezas, las bebidas sin alcohol y los vermouth de La Fuerza.


Datos:

Pepito está en Montevideo 383, Buenos Aires.

Abierto todos los días de 12:00 a 01:00.

☎️4371-7188

📖Reservas💬11-3559-2810

Instagram: @pepitobodegon

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