La propietaria de la chocolatería Bombonella, ícono de la ciudad de Buenos Aires, tiene una historia apasionante de superación donde no siempre fue muy dulce.
La avenida Corrientes 1479, CABA, no solo despliega un abanico de salas de teatro, pizzerías, confiterías, heladerías y librerías. Existe un sitio que sobresale por la dulzura que emana al transitar por la Avenida Corrientes y se vislumbra detrás de un ventanal a Antonio, un maestro chocolatero, quien da vida con sus manos y una espátula sobre una plancha, al chocolate en rama. La pasta de éste manjar contiene: chocolate con leche, cacao y se hace en baño María en una cacerola.
Mientras los transeúntes pasan muy asombrados, no dudan en ingresar a la bombonería Bombonella, esa especie de fábrica de chocolate que tuvo el personaje de Willy Wonka.
Bombonella, fue fundada en 1941, un negocio que estuvo a punto de cerrar, pero traspasó los obstáculos gracias al trabajo, esfuerzo y dedicación de sus propietarios.
Su creador fue el griego, Don Panagiotis Yannoulas, arribó a Buenos Aires en 1928 en barco, comenzó su nueva vida, como miles de inmigrantes. Vino como dice el refrán: “Con una mano atrás y una adelante”, una pequeña maleta cargada de anhelos y fuerzas para trabajar.
Andrea Abbruzzesse, nuera de Yannoulas, dueña de la chocolatería, cuenta la historia del histórico lugar porteño.
Su suegro comenzó el negocio en 1941, pero la bombonería, atravesó varias crisis. En 1980, estuvo a punto de desaparecer.
“La situación era desesperante trabajamos cinco personas, lo que dejaba, era solo para pagar facturas. Gracias a mucha creatividad, se nos ocurrió hacer con mi esposo, cosas nuevas, y a una maestra maravillosa, ideamos confeccionar chocolates escritos, como si fuesen tarjetas”, sostiene.
Agrega, que nunca faltaron ganas de hacer cosas. Entre tantos productos se destacan “figuras, el trofeo de Martín Fierro, guitarras, obeliscos, carteras, pelotas, zapatos, mates, habanos, pelotas de golf, autos, flores, huevos de pascua y más de 600 nombres, chupetines de chocolate, vendemos chocolate artesanal sin azúcar agregada, sin TAAC, amargo y semi- amargo; también pan dulce de la Isla Martín García, todo el año”.
Bombonella, también cuenta con un gran equipo de personas que trabajan junto a Andrea y su hermano Daniel, quien la ayuda en el negocio. Nadie que visita la chocolatería, se va sin comprar algo. Aunque no lo hagan, siempre saborean un pedazo de chocolate que ofrecen como muestras gratuitas.
En cuanto al sitio donde se encuentran, Andrea remarcó que “en 1941, surgió la posibilidad de alquilar éste local. Nunca nos mudamos, siempre funcionamos aquí. Anteriormente se llamaba, a Bombonería Niza, (posteriormente, le pusimos Bombonella). En una época dorada de la cultura, teníamos en frente al teatro Politeama, cuando la calle Corrientes era la calle que no dormía. La gente salía de las funciones, venía directo a comprar cajas de chocolate. Mi suegro también se animó y abrió otra chocolatería, “San Anita” en la Avenida de Mayo”.
Acotó que la buena racha, luego decayó porque el Politeama fue derrumbado en 1958, con la promesa de que construirían un Complejo llamado: “Torre Politeama”, pero jamás se concretó.
“Las ventas cayeron, a esto se sumó la muerte de mi suegro en 1955; mi esposo Juan se quedó al mando de Nibiza, y mi cuñado con Santa Anita”, cuenta.
Posteriormente, brillantes ideas empezaron a surgir. En 1978, Juan se unió con otro colega y crearon, la réplica de la Copa del trofeo mundial, y se lo entregaron al goleador, Mario Kempes en el programa de Mirtha Legrand.
“Esto fue un motivo para ser más conocidos y dio mucha más popularidad a la chocolatería, cobró su brillo, empezó la elaboración del chocolate a la vista del público, pero en 1980, llegó ese momento más crítico. Estuvimos a punto de quebrar por la situación económica del país”.
En ese tiempo, Juan y Andrea se conocieron, se casaron, se convirtió en su brazo derecho. Comenzaron con la comercialización de otros productos. “La venta de latitas llamaba mucho la atención a coleccionistas, pero el boom, duró un año, ideamos otra cosa que impactara. Llegó el momento de hacer los nombres y mensajes de chocolate. Esto sí logró un atractivo en la gente, si bien, teníamos una marca posicionada, nos convirtió en la única bombonería que hacía este tipo de cosas”, corroboró.
La perseverancia dio de a poco fruto y el público buscó la manera más dulce de regalar.
“Empezamos a recibir encargos de la gente, sobre temas de fútbol, de personajes, huevos de pascua, figuras decoradas con color, como las de Minguito, Charly García, Maradona, además logramos la representación del pan dulce de la Isla Martín García”, dijo Andrea.
Posteriormente en 2015, falleció su esposo, pero la empresaria, no bajó los brazos, transitó el duelo, continúo con esa tradición heredada.
“Sigo la misión que nació hace tantos años, es un negocio histórico, da muchas satisfacciones. Especialmente, la gente manifiesta ese reconocimiento”.
La empresaria argentina, Andrea Abbruzzesse, es sinónimo de empuje. Una mujer que dedica tiempo a su trabajo, con una sonrisa atiende a los clientes y la bombonería siempre está inundada de amor por lo que hace.
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Instagram: @chocolatesBombonella